martes, 15 de septiembre de 2009

El frío corría por mis venas,
sentía la caída de la nieve bajo mis hombros.
El cielo encapotado de nubes que apenas me dejaban ver el horizonte,
quizás una montaña,
quizás una ladera ,
quizás un camino al infinito.
Caminé entre la neblina, los pies se me encogían de frío
Para cuando me quise dar cuenta me había adentrado en un gran bosque,
Un bosque que en primavera sería muy frondoso sin embargo ahora las hojas ya se habían marchitado y las ramas mantenían el rumbo al cielo.
Estas se mecían con el viento y silbaban suavemente.
Los árboles con un tronco bien ancho parecía que se interpusiesen en mi camino. Comencé a correr, me sentía atrapada en un laberinto sin salida y cuanto más lo pensaba más me aterrorizaba y más me volvía a asustar.
Pero ¿a donde iba?
Ya lo había olvidado, iba en busca de mi, de mi alma.
Entonces el viento calmo los cantos y las voces de mi interior que me impedían ver quien soy. Se las llevo al horizonte invisible y nublado.
Caí derrotada en el suelo, buscando la respuesta en el viento