lunes, 13 de noviembre de 2017

Entonces tú, ya no estabas.

Historias perdidas, hisotiras pasadas. Aquella mañana te sentía como si estuvieses pegado a mi, dandome tu calor, abrazandome, acurrucandome entre tus brazos, acariciando con tus labios mi descampado cuello. Como acompañante de vuelo me dejaba llevar entre tus emociones, subida al avión de la alegría, del disfrute, del compartir, recibiendo y atesorando para mi esos pequeños momentos que al final resultan ser los más grandes, los más mágicos. Y a los que encadenados nos unían mil y una experiencias que unen a los corazones de raiz y en alma.




 
Poco a poco mis ojos se iban abriendo sin quererlo, sin querer que esos pequeños instantes terminasen, poco a poco iba siendo consciente, de la realidad inimaginada. Aquel calor, aquellos besos no estaban más que en la mente de una soñadora, que sueña tan fuerte hasta creer que el sueño es una realidad. Triste y decepcionada, las lagrimas corrian por mis ojos. Te busque entre cojines y almohadas, entre sabanas y colchones. Te busqué entre suelos y camas, pero entonces tú ya no estabas. Así pues, salí a la calle en tu busqueda, pregunte a las flores y al viento, a mariposas y salamandras, quien había robado la magía de aquel momento, a dónde se la habían llevado. Nadie supo con certeza darme una respuesta. Al norte, al sur, a un nuevo mundo. Volví a la cama, y me intenté transportar a ese mundo maravilloso, cerré fuertemente los ojos, una y otra vez, pero entonces tú ya no estabas.