sábado, 15 de agosto de 2009

Entre el bullicio de la fiesta aparecías de nuevo ante mi de forma inesperada y sorprendente.
Te quedaste ahí parado a la entrada observando como me escabullía entre la gente.
Yo atenta a los invitados no me percaté de tu llegada.
Era un buen día, habían venido mis padres, a los que hacía años que no veía al igual que mis hermanos con sus familias, íbamos a pasar por fin de nuevo unas vacaciones juntos, luego todos se irían a volver con sus vidas rutinarias sin embargo lo pasaríamos en grande.
Yo estaba pensando en esas cosas, feliz de la alegría que me invadía cuando me di la vuelta y te vi.
Tu silueta inconfundible parecía desmarcarse del entorno, yo en un acto reflejo me di la vuelta no podía ser. Del pasado empezó el cráter de recuerdos a echar lava sin parar. Volvía enfrentar la realidad y ahí seguías. Ibas con ese jersey azul y tus zapatos con ese color indescriptible, ellos me trajeron el pasado al presente en cuestión de segundos.
Me acerqué lentamente para cerciorarme que no tropezaba con un trozo de lava del pasado. Entonces me dijiste “estas guapísima” yo tambaleando como un flan apenas escuchaba lo que decías, la cabeza había vuelto atrás e hipnotizada por tu mirada me acordaba del pasado de todas aquellas veces en las que intentaba que el mito se volviese realidad. Así, trastornada por el pasado volví a mirarte y te dije “ya lo superé, así que no entiendo porque me haces caso si nunca lo hiciste antes”. Y tu me dijiste sin contestar a mis preguntas “déjame que te regale una cosa, ven sígueme”. Me llevo entre los jardines lejos del bullicio y de la gente y me tapó los ojos y me beso. Cuando levanto su mano de mis ojos me dijo “no lo olvides, te quiero, siempre te llevaré dentro”. Y para cuando quise asumir todo lo ocurrido había desaparecido. Yo volvía a la casa y de lejos pude observar la figura de mi marido me dijo “estábamos preocupados no sabíamos donde estabas” yo le dije que estaba tomando el aire y me dijo que era normal que me hubiese agobiado con tanta gente. Entonces me dijo ven tengo una sorpresa me llevo a nuestro dormitorio y saco una caja “feliz cumpleaños” exclamo me dio un abrazo y un beso. Me puse a abrirlo pensando que me habría regalado uno de esos complementos de alguna tienda en la que la dependienta le aconsejaba y el lo compraba como un mandado detestaba ese tipo de regalos y no me había equivocado, una gran pulsera con una piedra bien grande azul turquesa en el centro, me espantó sin embargo lo había hecho con todo su amor, se lo agradecí y sin más me la puse.
Entonces me daba cuenta de lo lejos que estábamos, separados por un abismo.

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