sábado, 15 de agosto de 2009

Un cuarto envenenado de frío, me agache y fuertemente me mojé la cara. Las 7:30 día nuevo. Tiré de una áspera toalla que encontré a mi derecha y me levante hasta ponerme firme como un soldado de guerra con la cabeza en alto me seque fuertemente la cara. Entonces subí la vista al frente y no pude evitar derramar una de esas pequeñas lágrimas, invisibles, por las cuales mi orgullo y altivez se deshacía poco a poco.
Mis pequeños ojos no tardaron en cerrarse y al abrirse apareció mi imagen reflejada. Podía ver como todo lo que venia guardando toda mi vida se iba desvaneciendo poco a poco. Otra lágrima se derramaba entre mis ojos humedecidos.
Había un par de pequeños pelos que venían en mi ayuda querían consolarme y caían en cascada a lo largo de mi cara unos más cortos, otros más largos….Toda mi frente tersa y suave, mis finas cejas todo en mi veía como se arrugaba, que imagen más estúpida pensé entonces no pude evitar dar un clamor pidiendo justicia, pidiendo perdón por los errores.
Luego todo volvía a la normalidad y entonces todo volvía a su ser, el frío me invadía y me ponía a temblar, los dientes me empezaban a chirriar como si de una pequeña ardilla intentando pelar piñones se tratara y tras ellos fue todo mi cuerpo.
Entonces me di la vuelta y me dije a mi misma que quitaría ese maldito reflejo de mí de la pared, ese pequeño espejo que me entristecía cada mañana, en recuerdo de mi pasado, de mi vida, de mi forma de ser, de mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario